Desde 1976, Rosa escucha a Pablo Milanés. Mientras canta, esta malagueña suspira, se lleva las manos al rostro y las devuelve húmedas a su ropa. Por compromisos de trabajo estará dos meses en Cuba, pero dice que cuando se enteró de que Pablo pasaría por La Habana en su gira Días de luz, adelantó la fecha del pasaje y gestionó todo para estar en la Isla el día del concierto.
Minutos antes de las 9:00 de la noche, las miles de personas que se encontraban en el Coliseo de la Ciudad Deportiva hacían amagos de ovaciones en espera del trovador, que no acababa de salir. Saltaban los “ahhh” y los aplausos y, cuando mirabas a la tarima, falsa alarma.
Pablo Milanés es un baluarte de la cultura cubana, pero se ha convertido en un lujo tenerlo en la Isla. Muchos temen que este haya sido su último concierto en su tierra, por la edad (79 años) y los problemas de salud que sufre. Por ello, cuando las instituciones culturales intentaron secuestrar el evento constriñéndolo a la Sala Avellaneda del Teatro Nacional —con una capacidad para 2.254 personas— y reservando la mayor cantidad de entradas para “organismos”, las redes sociales estallaron.
Al final, el régimen no solo tuvo que vender la mayoría de las entradas a la población, también tuvo que cambiar la locación al Coliseo de la Ciudad Deportiva, que puede recibir a unas 15.000 personas.
Antes de las 5:00 de la tarde de este martes ya estaban llegando los espectadores al Coliseo. La “bienvenida” estaba a cargo de la Policía, que revisaba a cada ciudadano y le pasaba detectores de metales de forma insistente, como si cada uno fuera un posible terrorista.
Además de este “filtro”, estaban los agentes la Seguridad del Estado, vestidos de civil y repartidos por todo el recinto del concierto. Horas antes del evento, la policía política había llamado a periodistas independientes para advertirles que se mantuvieran tranquilos, pues estarían vigilados.
A las 9:00 de la noche en punto se apagaron las luces y se hicieron más fuertes los alaridos de espectadores de todas las edades. El espacio se iluminó por las linternas de los móviles y, segundos después, apareció en el escenario, entre luces rojas, Pablo Milanés junto al pianista Miguel Núñez y la chelista Caridad R. Varona.
Tras romper con “El breve espacio en que no estás”, el cantautor agradeció al público cubano, al que llamó su “mejor público”.
Pablo Milanés canta al amor y a la soledad que vive esta tierra, a los amigos que se van en un momento de éxodo donde a todos nos falta un allegado. En el repertorio se encontraba la canción “Pecado original”, en defensa del amor sin importar la orientación sexual.
El despliegue de agentes por todo el Coliseo de la Ciudad Deportiva fue en vano. No hubo gritos de “Libertad”, ni consignas, aunque varias canciones de Pablo Milanés eran el reflejo de alguna de las actuales problemáticas de los cubanos.
Ya, al final, sentí agitar cerca un espray de salbutamol. La falta de aire de un espectador asmático era la misma de muchos ante la poesía del trovador que se despidió con “Ámame como soy”.